domingo, 21 de marzo de 2010

Unfinished Business

Tengo esa urgencia recóndita de pasar los días calurosos con esa mujer, la mujer que te haga olvidar el sudor y lo convierta en algo interminable y a la vez desgastante; esos días de calor que te recuerdan un perfume, una forma, un complemento de tu cuerpo que es su cuerpo, esos días como hoy, azul hasta la última gota, el sol cayendo desde las paredes, escurriendo en esa cama vigilante, un trecho de alfombra usada tendida en la terraza envolviendo dos o tres manchas de vino y arañas, arañas mi espalda con fuerza, esas manos que se enganchan con los dedos como estacas de metal en la arena que es mi piel, me atraviesan y la sangre comienza a salir haciéndose delgada, congelando las voces afuera.

Aquí estoy, rendido ante tus ojos, esperando que salgan dos palabras de esa mi boca tuya.

Si se dan cuenta, amigos mios, queridos sombreros y queridas vaginas, todo se resume al amor a una mujer, Cristo tenía razón, ¿o era Freud? ¿o la onda metafísica? la vida apunta a ser de otro y dejarse ser de otro. Las cosas conviven en un orden establecido de verdades y mentiras, de engaños y tristezas, de deseos y más deseos. Todo el dolor se vincula a un deseo no realizado, al querer algo y no tenerlo, en pocas palabras, el dolor y la consecuente tristeza, lagrimas, derrotas, derroches, alcohol, sexo infame, pastillas, polvo. Esto no es más que la expresión misma del estado critico, soledad amarga, noestoyconellaellanoestáconmigo.

Pierdo, ¿viste? Tráeme la noche, como dice Sting, y también Cerati, muchos años mas tarde…como siempre digo.

Pasar de frente los deseos, los frenos de altamar quejándose de tu sonrisa.
Hoy que no estás las plumas de los pelícanos yacen en el sitio exacto de los reflejos, ese mismo que una vez quisimos dejar por el dolor, ese mismo que recobra la vida cada vez que un silencio se establece en la oscuridad de las olas.

Hoy que la gente no se formó para saludar a la bandera, hoy paso por el mismo puente, ese que nos daba miedo cruzar, se escuchan las campanas de la iglesia, ya son las 6 30 ¿sabes? y no está tu mano con la mía como cada viernes, esas horas cuando una flor te esperaba en la puerta de tu casa, cada viernes.

Agito los brazos como alas ¿recuerdas cómo? miro el marco de la puerta, muevo el saco del lugar, espero encontrar tu voz corrigiendo mis errores gramaticales, ver al sol caer.

Los edificios no son una llama ardiente que refresque las ventanas, todavía se huele el sudor y el amor, huele a ti ¿por qué te fuiste? ¿Por qué dejarme aquí? solo, en la tarde, ya no me buscas…



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