miércoles, 20 de julio de 2011

llueve

Marqué un número, a esa hora en que recién comienza el efecto lisérgico de la noche, el lunes cualquiera de un ebrio en busca del último trago… Es entonces que te llamo, en el ágape de la soledad, siendo piloto y copiloto de mi auto verde; es en aquel momento que marco los dígitos, paso el directorio una y otra vez, buscando el nombre correcto, la idea correcta, buscando el páramo correcto donde encontrar tus brazos (el día que la conocí las nubes cubrían el cielo, vestía una chamarra verde militar y la barba me asfixiaba, salía de tarde a encontrarme con los libros del séptimo piso, entraste al lado mío, subiste las escaleras que ninguno de los dos queríamos subir, paraste frente a mí y recobraste el aliento, miraste mis zapatos y buscaste el olor a libro húmedo, esa combinación a hongo y papel pasado por el tiempo)

El sonido de una sirena me transporta, planeo montarme en un caballo, vestir mi armadura, enrollarme la capa roja, buscar mi careta y reconquistarte, once tequilas en la sangre se convierten en la antesala del llanto amargo a las 8; las calles de la ciudad en campos de trigo recortados, en girasoles dormidos que no giran, que no se asolean, las luces públicas deslumbran el camino, confunden la luz de estrellas, la vía más corta para encontrarte.

Las luces de un huracán desmenuzan mi memoria, apagan miradas; vuelvo a la realidad de tequila, ron, ginebra y más cerveza oscura, vuelvo a la realidad de un teléfono celular en mi mano derecha, -la izquierda uso para marcar con poco éxito-, un tono y dos tonos más rompen el silencio y la estática del AM, - Hola?- Escucho el auricular, - soy yo -, respondo, otro silencio envuelto con ropa de seda, un claxon ocasional, un balbuceo… (el día que la conocí las nubes cubrían el cielo, miraste mis manos ocupadas en secar el sudor y buscaste el olor de árbol rojo)

Pero sé también que cuando te encuentre estarás en los brazos de otro caballero, sin capa, ni careta, a las 5 35 a eme en un lunes de desidia, de desdicha, de maltrato, de ignorancia, en un tugurio en el que posiblemente yo te llevé por primera vez en mi caballo naranja, en el que te embriagué por vez primera, en el mismo que tambaleaste antes de salir y cada visita al baño; estarás, sin duda, revolcando en cerveza barata, en palabras desmedidas e iracundas de un Don nadie que ha buscado tus labios en son de guerra y tú, te vences ante lo absurdo, ante el miedo de perderte una vez más en los brazos de un gentilhombre que, en dicho caso, es el que ahora escribe. Armas una estrategia perfecta en contra de otros besos, de otras manos fuertes que te llevaran a algún lugar oscuro en el que seguro tu mirada no volverá a cruzar con la mía… quisiera no desenterrarte esta noche.

…tartamudee al decir mi nombre, el ansía me retrajo, mi voz apagó los ojos y cerré mi pecho para no estrellarme de llanto. Un avión pasa encima de mí, luces cegadoras de martes.

Se puede seguir con imágenes estériles en la cabeza, puedo enumerar silencios y complicidades, sonrisas escondidas que ahora son un motivo más de tu abandono, momentos regulares y contagiosos de sinceridad bucólica, lanzas, flechas, dardos que acaban mi alma recurrente. Bastaría con un nuevo concierto, una llamada de casa, de aeropuerto, olor a canela o vainilla, tu mirada intacta en mi mirada, las manos entrelazadas sobre el pasto seco, un día de muertos, de noche, de velas y frío, una barra y de fondo un son cubano. Bastaría con cerrar un ojo mientras paso frente a tu ventana, regalarme 5 minutos de tus labios, redimirme ante tus brazos.

Se acabó, ¿verdad?

Quizás la noche acabe conmigo o bien un licor de sabor amargo resucite una esperanza en la noche que sigue. Posiblemente lo mejor sea arrojar mi celular por la ventana y verlo destruido por el retrovisor, volar los pedazos de tecnología que aún quedan en mi memoria y desahuciar tu recuerdo...







mt*

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