lunes, 27 de junio de 2011

script *

El cenicero en la mesa de la cocina por debajo tiene una foto de Acapulco nocturnale, aunque creo que es la misma foto que se usó de 1967 a 1977 para Rio de Janeiro de noche en postales, y para la Habana de noche en folletos; pero claro, se distingue menos por la ceniza con liquido. Con gotas de de saliva, con posible vodka quemado.

–“Vete cuando puedas porque ya no puedo más… vete porque el tiempo no lo recuperaré…vete cuando quieras porque te quiero matar…”- así, bajito, apenitas se escucha, ese volumen con el que arqueas la cabeza para ver si sí es o no es, mismo que te produce, con un movimiento fútil y meramente anecdótico, estragos en las células de piel, ese volumen que te grita, ¡¡GRITA!! pero que no, no es conveniente satisfacer, al menos por las siguientes dos horas.

Es de mañana otra vez, sí señores, es de mañana otra vez y el tostador está encendido, el refrigerador está haciendo hielos para la noche, la noche en que he decidido despedazar una botella de fermento de sorgo, cuentas viejas de mi cartera, cuentas de vidrio. Ojo de lince, de vidrio de aceituna, libro de veda, seda de india sobre el loveseat.

Entonces, retomando, soy de los que usa cds, eso de los Ipods es cosa del pasado, por anacrónico y atemporal que sea mi expresión, no tomo Quick de fresa desde hace como 23 años, la cera de miel para el pelo sirve muy bien si traes un peinado cotorro.

Y me olvidas, y te olvido. Desayunar, al contrario de lo que digan las hipótesis y posturas actuales a razón de la nutrición, no tiene sentido. Suena el timbre, -no es nadie-, vuelve a sonar, me tomaré la molestia de ver quién es, -hace tanto tiempo que nadie visita, que nadie entra, que nadie pregunta que nadie habla de frente-. Abro la puerta, es una carta, una carta sobre el tapete de bienvenida, un sobre rosa, letras script. “…y te cuento, que hace mucho no sé de ti, me gustaría que retomáramos esos temas, de cuando subías las escaleras y yo bajaba, tu mirada encima del hombro, mi mirada apenas, de la puerta del elevador inquieta, de los libros que servían de trinchera en ese juego guerrillero de soledades y tristezas. De tus bolsas de papel que tronaban, de mis cerezas en los labios, we have la soledad…


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